jueves, 29 de marzo de 2007
Deseo enfermizo
En lo segundo que pienso es su salud. Con ese sobrepeso y la cantidad de cigarrillos que pudo haber consumido durante ese día, lo hubieran dejado con la presión un poco alta. Aqui me surge este malestar. Deseo a hombres enfermos. Ya es de dominio público que cualquier obeso es un enfermo. Las etiquetas del mundo hacen su entrada. Los flacos son los sanos, los gordos, son los enfermos. Deseo hombres enfermos. Y yo que tomo pastillas para calmar mis ansiedades, ¿qué soy?
Termino mi té con leche; él ya se ha marchado.
miércoles, 28 de marzo de 2007
El barbero II
martes, 27 de marzo de 2007
Mar de gente
Miro las gentes desde la vidriera y no me cansaría en observarlas por horas, por días, casi eternamente. Tengo este alma de espectador, de vouyer.
lunes, 26 de marzo de 2007
Nadie dice "te amo"
viernes, 23 de marzo de 2007
Punto de apoyo
miércoles, 21 de marzo de 2007
El barbero
Me siento. Cuando el barbero me coloca el delantal, antes de afeitarme, siento su panza presionando mi nuca. Su vientre macizo como un beso seco, pesado. Escucho su respiración. Las palmas de sus manos se deslizan sobre mis hombros acomodando el delantal. Manos de plomo. Respira. Yo no hablo, no quiero conversar. Quiero la incomodidad del silencio. Quiero el sonido de su respiración. Ignoro si él siente la incomodidad de mi mudez. No me importa. Alzo el mentón. Su panza nuevamente. Ahora sobre mi hombro derecho. Es el contacto intenso. La presión de su cuerpo en mi cuerpo. La presión de la afeitadora en mi mentón. Me pregunta algo. ¿Por qué me pregunta si yo no puedo hablar mientras me afeita? Miro sus ojos desde el espejo. Ojos de un hombre maduro. Han pasado los cuarenta. El espejo es mi cómplice. Admiro desde el reflejo su panza prominente en contacto con mi hombro. Cerrá los ojitos me dice cuando la afeitadora ataca mi bigote. No digo nada. No soy cortés con él. Deja la afeitadora y se hace de unas tijeras para cortar los pelillos de mi nariz. Ahora lo tengo frente a mi. Sus ojos directos hacia mi cara. Yo no puedo. Le miro el bolsillo de su camisa de mangas cortas. Su barriga quiere saltar sobre mi. Es inútil, no levanto la mirada, sé que me esperan sus ojos. Es un miedo dulce, sabroso. El aroma de su camisa, los botones soportando ese cuerpo relleno. Nuevamente el monólogo de su respiración. El erotismo más sanguíneo me abarca por completo. Tengo un deseo horrendo de poseerlo. Pero esta imposibilidad me desgarra. Me hace extraordinariamente feliz.
Denso
Se supo profundo, lleno en sangre
Ancho, incontenible
Su panza pesando
impulso, pulso hinchado
apenas sudor,
vellos, vellos poblando los cuerpos
la carne sofocando
el goce acoplado
listo para el derrame
la desembocadura