jueves, 4 de octubre de 2007

La contemplación de los huevos



Estando yo en la sala de espera de un dentista (que fea palabra es "odontólogo") llegó un matrimonio. Ella rubia, bajita. Él de estatura normal, gordo, ancho, canoso de cabellos y bigotes, 50 años aproximadamente. Se sentaron frente a mí. Grato fue ver a este señor casado, sentado frente a mí con las piernas abiertas , pues era digno de destacar el tamaño de sus testículos. Bien remarcados en el pantalón. Los pantolones de vestir son mejores para remarcar estas esferas masculinas. Él vestía justamente eso, pantalón gris claro.

Mi contemplación era casi enfermiza. Mi táctica fue apelar al teléfono celular, sostenerlo frente a mí, apuntando hacia esa entrepierna abultada y fingir una lectura prolongada de mensajes de texto en la pantalla del celular. Gozaban mis ojos y yo, ese par de bolas, pelotas, huevos o como quieran llamarlos. Eran enormes, con la sensación de ser pesados y sumamente peludos. Los imaginaba en mi mano, tibios, con aroma seminal. Los Dioses del disfrute me regalaron esa contemplación digna de una práctica masturbatoria. Agradezco infinitamente esas bellezas, esos testículos gordos como la panza de ese cincuentón que nunca supo cuán admirado fue por mi deseo.

1 comentario:

TecBear dijo...

Si, es el de la foto.. verdaderamente.. estaba re-delici-Oso :)

Abrazos de Oso.