miércoles, 18 de abril de 2007

Mundo panza

"Mundo grúa", película del director argentino Pablo Trapero, la vi por primera vez allá por 1999 en un ciclo de cine nacional realizado aqui, en San Miguel de Tucumán. El protagonista, un hombre de 50 años que trata de sobrevivir en un empleo en el que tiene que manejar una grúa. Me llamó la atención que el director no tuvo ningun tipo de tapujos al momento de mostrar en pantalla el cuerpo del protagonista, en particular su panza. Su panza ancha, prominente, al desnudo. Recuerdo que en una secuencia del film, aparece el "Rulo" (así apodan al protagonista) acostado en su cama con su barriga al descubierto y sentí unos murmullos de asombro por una parte del público, quizá desacostumbrado a ese tipo de exhibición. Quizá demasiado acostumbrado a los cuerpo delgados, perfectos. En cambio para mi fue una celebración. Pasaron como cuatro años cuando pude volver a ver este film en un canal de cable. Un detalle: la pelicula está filmada en blanco y negro.

































lunes, 16 de abril de 2007

el arte desbordado


Fernando Botero
Entre sus obras se destacan aquellas donde presenta figuras humanas robustas. Figuras que abarcan casi la totalidad del marco que las contienes.

viernes, 13 de abril de 2007

viernes, 6 de abril de 2007

Allí, donde la mirada espanta

Lo vi cruzar la plaza Independencia. Sin proponermelo lo he seguí por un par de cuadras. . Su cuerpo morrudo, grueso y cincuentón me alarmó. Él de reojo me observaba a sus espaldas. Caminaba delante mio, de a ratos se apresuraba. Se ha percatado que yo no cedo. Merma su marcha. Dobla la última esquina, continúa. Yo para asegurarme me estaciono en esa misma esquina, justo cuando el semáforo está en verde. Él bruscamente se detiene a media cuadra dándome a entender del por qué no sigo persiguiéndolo. Se detiene y se intranquiliza porque no sabe qué hacer. Nos miramos por un tiempo prolongado. Yo siento el deseo, ese deseo. Ya con el semáforo en rojo tengo que cruzar la calle. No lo hago. Lo miro. Él se asegura de que yo me detengo porque él se detuvo. Nuestras miradas apareadas siguen. De pronto, me canso de este juego y voy a su encuentro. No dejamos de mirarnos. Frente a él, lo saludo y le pregunto la hora. Él tiene su celular en la mano, pero mira la hora de su reloj en su muñeca izquierda. Las 22:34, dice. "Está solo?" le pregunto. En su rostro se refleja cierto terror. Practicamente mi pregunta lo asusta. Titubendo y moviendo la cabeza me dice: "no". Del terror pasa a horror. Yo no quiero avergonzarlo, perturbarlo. Me voy. Ya no me doy vuelta para verlo. Me pareció suficiente mi valentía de acercármele y saber. Me siento en un banco a la vuelta de otra cuadra. Me dejo caer en el vacío.

martes, 3 de abril de 2007

La mirada del otro II

Él se detuvo junto con su hija en un negocio de ropa femenina. Ella entra, él la espera en la puerta. Yo, del otro lado de la calle lo miro. Primero no se percata que lo miro. Cuando coincidimos en la mirada, se paraliza. Disimula, observa la calle y la vereda de ambos lados. Luego vuelve su mirada hacia la mía, que no ha cedido a sus distracciones. Se paraliza nuevamente. Parece que le cuesta creer que yo lo admiro. Entra al negocio y charla un momento con su hija (yo pienso que es su hija porque un hombre de unos 50 años supuestamente no saldría con una chica de unos 16 años, pero...). Sale nuevamente, esta vez me viene observando desde la puerta. Otro desvío, e insiste. Se pone nervioso. A mi me late el corazón fuertemente pero no cometo la imprudencia de mostrarme nervioso. Quiero esos ojos. Son hermosos. Él tiene una fisonomía árabe. Su nariz aguileña y un bigote oscuro. Tiene la camisa a cuadros fuera del pantalón y una barriga aunque no tan rotunda si es notoria. Tiene mirada árabe. Yo tengo descendencia árabe. Quizá nuestros ojos alguna vez se encontraron y hoy repiten este deseo. Él me mira con pánico pero no retira sus ojos de mi. Esto le intriga y lo asusta, quiere algo, algo que no puede explicarse. Vuelve al negocio, se pone de espalda y habla por su celular. Yo saco el mio del bolsillo, quiza si le hago entender que tengo celular, él haga un gesto con el suyo he intercambiamos los numeros. Pero todo termina. Sale con su hija del negocio. Apareados. Se detienen más adelante, en la misma cuadra, en otro negocio similar. Él vuelve a esperar afuera. Ahora me observa desde lejos. Me juego. Cruzo la calle y camino por la vereda directo hacia él. Sabe que me acerco. En el momento en que camino justo frente a él, da vuelta su rostro y mira hacia otro lado. Pero un segundo antes veo su temor. Lo entiendo. Este deseo es siempre un temor. Casi un terror sostener la mirada cuando el deseo aparece. Me alejo con el mismo terror. Pero un terror que deja el vacío.

lunes, 2 de abril de 2007

La mirada del otro

Hoy unos ojos me atentaron. Es sorprendente el grado de destrucción que puede llegar a tener una mirada. Mientras pasaba por una pizzería, llegó a mi este par de pupilas. Nos quedamos los dos por un lapso tan corto como eterno, mirándonos. Él, de unos 45 años pareció alguien inexperto, como un iniciado y yo como un iniciador. Nos desconcertamos, nos petrificamos, nos avergonzamos como pecadores insalvables. Al final, yo seguí mi camino y él... él me dejó sus ojos.